Hoy toca colgarse de nuevo el dorsal. Ponemos rumbo a Artzentales atravesando el valle de Guriezo. No es que nos pille lejos, pero las carreteras de acceso lo dejan un “poco” a desmano.
Alcanzado el valle nos desviamos
en Traslaviña a San Miguel de Linares, una pequeña localidad colgada en la ladera
del pico Alen.
El arco de salida nos espera en la plaza del pueblo, animada por la megafonía y poco a poco ocupada por corredores
y perros unos esperando a pasar el control veterinario y otros su turno para recoger el
dorsal.
Tras recibir las últimas instrucciones de
los organizadores, nos vamos colocando y esperamos el turno de salida. Como
siempre un caos de ladridos, tirones y nervios que se calman a escasos metros
de comenzar a correr. Ahora solo resta disfrutar del recorrido.
Abandonamos el sendero y
accedemos a un amplio camino forestal que entre pinares se eleva zigzagueando por la ladera
de El Somo. Pasamos los dos kilómetros y el terreno se pone prácticamente llano, se corre muy rápido mientras
viramos al Este hacia las laderas más escarpadas del Pico Alen marcado por las
explotaciones mineras todavía activas hasta bien entrado el siglo XX.
Tras un kilómetro llaneando la cosa se pone “pindia” de nuevo
y así continuará hasta alcanzar el alto de Torrelaseta.
Primero atravesamos una ladera entre rocas hasta la pedregosa calzada que tras 500 metros nos deja en el cruce de caminos junto a
la alomada cima pasados los 4 kilómetros de carrera.
Aquí aprovechamos el
avituallamiento y comenzamos el largo tramo de bajada por pista de 3,5 kilómetros hasta alcanzar el
rio Pedreo. El descenso es rápido, poco técnico salvo alguna zona embarrada donde damos algún patinazo y entre pinares mayormente.
Cruzado el arroyo toca de nuevo remontar hacia la Brena, un tramo de subida que nos pone las “patas en su sitio” acostumbradas la larga bajada.
Enlazando con el sendero por donde comenzó la carrera regresamos a la carretera y solo nos queda dejarnos caer hasta San Miguel de Linares para pasar bajo el arco de meta.